Un día desperté, para siempre. Él estaba ahí, parado
al borde de la cama, mirándome con ojos cansados, diciendo que voy a llegar
tarde si no me levanto.
Me pregunto a dónde voy a llegar tarde…
Llegué tarde y entera a un último abrazo, ahí me
rompí. Latía, quizás todavía escuchaba y alcancé a decir: te quiero. Te quiero
y el abrazo que anteriormente le había negado.
¿Una
muerte, cuántas vidas se lleva? Sentí morir en otro.
Ese día algo en mí murió: él. Ya nunca más va a estar
ahí, parado al borde de la cama, mirándome con ojos cansados, diciendo que voy
a llegar tarde si no me levanto.
Jamás olvido la última mirada, no había enojo, sólo
desilusión… ¿de mí?
¿Cuánto perdí en cada lágrima? No sé si continuar
buscando o mejor hacer algo con lo que quedó, reinventarme y seguir adelante,
aunque sea tarde.
No me reconozco, soy tan distinta de lo que fui. Ya no
creo, destruyo. Decidí que no puedo, ni quiero. No discrimino: ladro a
todos por igual. No estoy triste, soy triste. Asustada,
callada, aturdida, distraída y, sobre todo, insoportablemente despierta. Toqué
fondo y ahora cavo un subsuelo. Estoy quieta, retrocedo. Ya no hay amigos,
los convencí de que su presencia estorbaba demasiado, sólo por no incomodar con
mi tristeza, la cual intenté disimular un tiempo, pero ser fuerte por
fuera destruye por dentro; estallé en silencio y preferí aislarme, volverme
invisible e inaccesible. Cuando esté bien voy a volver a buscarlos, sin ojeras
y con una sonrisa… ¿cómo era sonreír?
Pasa el tiempo, muchos meses y las lágrimas no se
terminan, todavía están presentes cada insoportable día, en cada eterna
noche, en todas las almohadas y en cada rincón de la casa.
Llorar para recordar. Llorar para ya no recordar más. Llorar de sueño. Llorar riendo. Llorar
llorando. Llorar por fuera. Llorar
por dentro, hasta que se inunde el alma. Llorar sin lágrimas y en silencio,
quedar muda cada vez que alguien pregunta por él, callar es sólo una forma más
de nombrarlo; sin embargo esas palabras que no grito se convierten en lágrimas,
después.
Ni retrocederlo, ni detenerlo, con acelerarlo me
conformo, Sr. Tiempo.
Todo se volvió lento. Ya no me
apuro por llegar a ningún lugar, sé que ahí tampoco va a estar, además es
tarde. Es tarde para decir: contame, te ayudo, te acompaño, cuidate...
Desde el día en que se fue las palabras que no dije
comenzaron a ahogarme y las que él dijo, esas que escuché con impaciencia
y poco interés, dan vueltas en la cabeza, desesperadas, tratando de reconstruir
cada frase, cada consejo. Y sé que, a pesar de todo lo que sentía y callé por
orgullo, tengo su perdón; ya sólo me falta conseguir el mío.
Su muerte se instaló en mi vida, me quita el
sueño por las noches y no me deja concentrar durante el día; caminando por las
calles ¡todos se parecen a él!, antes no lo había notado…
Su ausencia y mi existencia no saben
convivir. Sin él no sé cómo seguir. Me falta en el aire. Desaparecer,
sería el único método para encontrar un poco de paz, pero mi corazón no se
quiere apagar ¿qué hago?
Vivir escarbando en los recuerdos no permite que la
herida cierre ¿debería embalsamarlos, para que duren así, espléndidos,
toda la vida?
Intentar dejarlo en el pasado me está costando mi
futuro; pasado con fecha, nombre, apellido y lápida. Si no suelto el pasado es
porque está lleno de sonrisas, nuestras. No voy a olvidar, no quiero. Olvidar
para siempre, comenzando nunca.
Desgarra, desespera tener que aceptar
el presente sólo porque no hay otra opción. No nací para conformarme; me
educaron para creer que puedo cambiar el mundo, si así me propongo, nadie habló
sobre resignación y muerte. ¡No entiendo!
Quiero pensar que algo de él se conserva, en otro
formato, al que no tengo acceso, pero existe.
Todos los días me digo
que debo ser feliz, por él… pero mañana, hoy voy a dormir o llorar, lo
que suceda primero.
“[…] Él era mi norte, mi sur, mi este y oeste, mi
semana de trabajo y mi domingo de descanso. Mi mediodía, mi medianoche, mi
conversación, mi canción. Creí que el amor perduraría por siempre. Estaba
equivocado.
Ya no quiero las estrellas… apáguenlas
todas. Envuelvan la luna, desarmen el sol, vacíen el mar y talen el bosque,
porque de ahora en adelante nada más servirá. (W.H. Auden)”
PS1:
No volví porque no cumplí la promesa que te hice… decepcionarte a diario, es lo
único que puedo prometer; y ni siquiera estoy segura de poder cumplirlo.