Una regla que me auto-impongo desde chica es: si no puedo
responder “para qué”, no lo hago (“para que sí” no es considerada respuesta
válida… excepto cuando intento auto-engañarme, ahí vale el “para que sí” y la
“no-respuesta”, también; pero no es el caso).
¿Para qué un blog? Un
blog para plasmar eso que nadie
ve, donde nadie me ve; ya que rodeada de gente y miradas el proceso que
transforma y exterioriza el pensamiento y/o sentimiento en voz, abrazos,
lágrimas, risas, etc. sufre mutaciones y censuras, hasta convertirse, finalmente, en algo muy
diferente a lo que le dio origen. (No soy, ni pretendo
ser, original con el motivo del blog, sólo necesitaba encontrarle un sentido).
Lo que no consigo responder (y aquí está la cuestión): ¿para
qué quiero extenderme más allá de los 140 caracteres que me concede Twitter,
donde soy feliz siendo un efímero tweet, que pasa y se pierde, sin pena ni
gloria, en la infinidad del TL? El tiempo va a responder esa pregunta: en forma
de miles de caracteres o de abandono del blog. Veremos.
Advertencia: no sé escribir, ni me gusta. Cuento con un vocabulario paupérrimo y conocimientos
gramaticales de 2do grado de primaria. Ignoro sobre escritores, escritura y
literatura, leí el 0,1% (siendo generosa) de lo que debería o quisiera haber
leído. No tengo grandes (¿ninguna?) verdades que revelar, nada de originalidad
e interesantes anécdotas, ni una gran imaginación para inventar, o una mirada
crítica y observadora de la vida misma. No me gusta adornar un texto, usar
adjetivos y palabras horribles que no entiendo (ni sé aplicarlas sin que se
lean forzadas)… blah, blah… Resumiendo: ¡NO LEAN!
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